El vehículo creía saberlo todo sobre el mundo que le rodeaba. Nada escapaba a su control. Su potente Lidar y sus ocho cámaras le aportaban un torrente de millones de datos por segundo que su cerebro procesaba dotándole de una inteligencia portentosa. Y por si todo ello no fuera suficiente, su padre y creador le actualizaba con nuevas competencias y habilidades fruto del deep learning de sus 5.458 congéneres que compartían en la nube los aprendizajes del día a día.
Pero algo debía estar fallando hoy en sus neuronas. Por más que lo intentaba no acertaba a dar con la salida del laberinto. Se sentía como un burro dando vueltas a la noria, sin escapatoria. Y a diferencia del burro, un ser tan poco evolucionado, él era plenamente consciente de su sufrimiento y angustia. ¿Cómo podía un humano ser tan cruel? ¿Cómo podía alguien encerrarlo como en aquella película de la cabina? ¿No tenían corazón? ¿Nadie les había programado la compasión a aquellos seres?
Font: Using salt circle runes to trap an A.I. car is possibly the most cyberpunk thing ever. pic.twitter.com/4ckbQlMyBS. Kasper Hawser (@Gossenphilosoph) 11 de juliol de 2017