Imaginad que tomamos una región como Catalunya con 32.000.000.000 m2 de superficie (pongamos 28.000.000.000m2 útiles) y unos 7M de personas. Convertimos a las personas en partículas distribuidas de manera uniforme sobre el territorio (distribución A). Saldría si mis cálculos no me fallan a 4.000m2 por persona, suficiente para que cada unidad familiar de 4 personas disponga de 16.000m2 -algo más de 1’5Ha- para su disfrute y autoconsumo. Por qué entonces nos molestamos en apiñarnos todos en megaciudades con edificios de 20, 30 o 100 plantas sin apenas verde ni sol? Qué sentido tiene?
Para empezar a discutir (y por que me encanta dejar que se me vaya la olla) podemos imaginar que simulamos nuestro mundo de partículas-persona sometiendo a las partículas a diferentes tensiones para que se desplacen y modifiquen su distribución uniforme. Podríamos hablar de factores aglutinantes, factores limitantes y condiciones de contorno. Los primeros generan una aglomeración de partículas, los segundos la repulsión (siguiendo el principio de exclusión de Pauli o el de máxima distribución en los lavabos públicos de caballeros que llega a la misma conclusión sin tanta ciencia).
Como factores aglutinantes podríamos tener:
– la orografía: imitamos los movimientos tectónicos generando montañas y valles, y parametrizamos el rozamiento de estas partículas-persona de manera que desciendan por las pendientes creadas artificialmente. Tendríamos una primera aproximación natural a la distribución actual con menor densidad en las laderas y mayor en los valles y altiplanos (distribución B).
– los recursos naturales: hídricos (ríos, lagos y acuíferos) o eólicos que actuasen como atractores de partículas debido a que proporcionan recursos (mejores cosechas, transporte fácil en una dirección, reservas de agua durante la sequía, generación de energía…) lo que generaría una (distribución C).
– el comercio y el trabajo: las redes de comercio entre ciudades son un ejemplo de redes libres de escala. Pocas con muchos nodos, muchas con pocos nodos. A mayor tamaño, mayor efecto llamada, generando una (distribución D).
Podríamos incorporar también los factores limitantes:
-Los propios recursos de la región: energéticos, ambientales, educativos, de población tienen un límite. De nada sirve generar miles de universitarios si no hay empresas que los absorban o no se facilita y/o estimula la creación de las mismas. La movilidad y la productividad están estrechamente relacionadas, a 80 o a 120km/h. El transporte público tiene que ser realmente asequible, no un lujo como es ahora (un apunte. En mi casa, llevando a los niños al cole gasto 40€ al mes en carburante -asumo que ya tengo el coche-. Si vamos en transporte público gasto 240€ en tarjetas de metro/FGC -asumo que el tren circula igualmente con o sin nosotros).
– Política: la distribución de estos recursos y de los servicios a la ciudadanía. En la lectura positiva, para evitar la despoblación se dedican recursos que garantizan unos servicios mínimos a la población autóctona que frena el efecto llamada (recomiendo leer La Caverna de Saramago sobre esta cuestión). En la lectura negativa, la población rural e mantiene para que alimente a la gran ciudad, sirva de vía de escape el fin de semana y vote convenientemente siguiendo una ponderación electoral un tanto extraña.
Y las condiciones de contorno:
– Las propiedades de repulsión/atracción de las partículas y su rozamiento. Las organizaciones (léase empresas principalmente) actuales no dejan de ser asociaciones de partículas bajo un NIF, moléculas con mayor o menor afinidad, que pueden intercambiar átomos (empleados) entre ellas, actuar solas, en pareja o como grandes conglomerados. El movimiento de las partículas se podría asimilar al proceso de emprendimiento y a las barreras para crear una economía con un elevado grado de reposición de productos (empresas que nacen y mueren, que prueban, que fracasan y aprenden).
– Los límites de los campos de energía, es decir, hasta dónde podemos llegar en nuestro afán por tener naranjas cada día en la mesa importándolas de Chile. O la soberanía, preferimos generar nuestra energía y nuestro sistema de investigació o importarlo todo?
Está claro que simular los factores iniciales es simple. Cuando entra en juego la socialización todo el esquema se complica. Como dice Juan Freire en su artículo se trata de simular las “networked ecologies” que serían “sistemas hipercomplejos producidos por la tecnología, las leyes, las presiones políticas, los deseos disciplinares, las restricciones ambientales y una miríada de otras presiones, agregadas y con mecanismos de retroalimentación”.
No es tarea fácil, pero sí es imprescindible en nuestro caminar hacia territorios sostenibles.
Creo que el factor aglutinante fundamental es la necesidad del ser humano de “ser” social.
En mi opinión, esto es fundamental a la hora de dar nacimiento a las ciudades. Obviamente las razones que tu esgrimes son de peso, aunque creo que estas han variado a lo largo de la historia. Ya que, por poner un ejemplo, en la antiguedad una razón para “aglutinarse” era que podían defenderse de los “demás” mucho más fácilmente.
Pero sigo pensando que sin el aglutinante “social” no habría razones para juntarse. Y si no fuéramos sociales, ni las ciudades ni la civilización actual hubieran sido posibles.
Saludos.