Salgo de casa por la mañana temprano y cuando estoy ya en el tren me doy cuenta de que tengo las dos llaves del coche con el que mi mujer lleva a los niños a la escuela. Confiado, saco el móvil -que dejé a media carga ayer noche-y para mi desgracia veo que está totalmente descargado. Una cabina es la solución, claro, pero al salir de la estación no encuentro ninguna, ni un triste mapa indicativo, ni tengo acceso al móvil para buscarla. La solución, en el último párrafo…
Nos van apretando cada día más, una vuelta de tuerca tras otra sin darnos cuenta. La comunicación, como el agua, la vivienda, la alimentación, la salud y la energía son recursos básicos que cubren las necesidades humanas. El proceso de privatización de los últimos 30 años nos lleva a situaciones como las que viví el otro día. No hay cabinas porque no son rentables para la compañía. Si quieres estar comunicado tienes que comprarte un móvil de última generación, la línea fija ya no se lleva.
Me pregunto sobre el papel que juega la administración como garante de estos servicios mínimos. Cuando se pacta una concesión de una línea de transporte se obliga a la compañía a garantizar líneas poco rentables para evitar la despoblación geográfica. ¿Y en la comunicación? Qué pasa si yo no quiero comprarme un móvil y ya estoy bien con la comunicación analógica fija de toda la vida. ¿Tengo que resignarme a lo que dicten las compañías privatizadas o alguien me garantiza que tendré acceso a la cabina? ¿Y si no puedo costearme un móvil? ¿Y si tengo problemas de salud con la radiación? ¿Y si me llevo las dos llaves del coche?
Tal vez sí, seguramente existe por ley un mínimo que debe garantizar Telefónica Comunicaciones Públicas SA, la actual adjudicataria de la gestión y mantenimiento de las cabinas. ¿Pero qué pasa cuando la empresa matriz también es responsable del servicio de móvil que reemplaza a la tecnología de cabinas? ¿No intentará por todos los medios legales que la gente deje de utilizar las cabinas para que en el próximo concurso de 2017 las condiciones le sean más ventajosas?
¿Y cómo lo hace? Simplemente, creando la sensación de que las cabinas no sirven para nada. Alargando al máximo legal el tiempo de reposición, no indicando mediante un mapa dónde se encuentran las cabinas, no facilitando el uso de tarjetas de crédito, no haciendo ninguna publicidad, haciendo llegar a los diputados y diputadas que dictan leyes la última tecnología y cambiando los iPADs cada vez que los pierden, dándoles una falsa sensación de seguridad.
Yo querría salir de casa tranquilo y sin móvil sabiendo que en caso de emergencia siempre hay una cabina a mano, o por lo menos sabiendo que -por ejemplo- la puedo encontrar en cada parque infantil porque la gente sabe dónde están los parques infantiles. Pero no. Como no tengo esta seguridad, me siento frágil, desamparado, y acabo comprando un móvil de última generación con la máxima cobertura, velocidad y batería. Se hará realidad así la profecía autocumplida: las cabinas deben extinguirse, nadie las usa.
Nota. Como ya nos había pasado alguna que otra vez, compramos una tercera llave de recambio -de esas que van con una pila botón, otra dependencia tecnológica no resuelta en caso de que falle la pila- y todo quedó en un pequeño susto.