2016001. Del corrector de Google a los cuadernillos de ortografía

51ZXc5VaeSL._SY445_Cuando hace unos meses Finlandia anunció que abandonaba la práctica de la caligrafía en sus escuelas, se generó en la red un intenso debate que seguí con atención. Desde mi condición de aprendiz en el uso de la tecnología en la educación, introduzco mediante un caso real el peligro y la oportunidad que para mí supone la utilización de los correctores ortográficos automáticos en el aula.

Situémonos en los primeros cursos de la ESO (12, 13 años) y en una escuela en la que se utiliza la plataforma Google Education como herramienta de consulta, redacción y entrega de proyectos. Al profesorado le llegan unos trabajos perfectos, inmaculados, sin una falta ni un borrón. Con imágenes incrustadas, márgenes alineados y redacción -propia o copiada de internet- del nivel correspondiente.

Por un suceso que ahora no viene a cuento los chavales durante un trimestre han perdido el acceso a la plataforma y deben entregar los trabajos y proyectos escritos a mano. La sorpresa del profesorado es mayúscula al descubrir, casi por casualidad, que el uso del ordenador encubría una alarmante falta de nivel en la competencia ortográfica. Sea porque antes copiaban directamente el texto de la wikipedia, o porque utilizaban el corrector de Google o similares, al claustro le pasaba totalmente desapercibido que una gran parte del alumnado de ESO no sabía escribir correctamente, sin faltas.

Como es habitual el problema no es la tecnología, como defiende Enrique Dans en este artículo, sino el abuso de una herramienta -como puede ser la calculadora o la bicicleta- sin tener la certeza de haber adquirido la competencia básica correspondiente. Y no, no me sirve argumentar que en el futuro trabajarán siempre con corrector y que por tanto no es necesario saber escribir correctamente. También utilizan la calculadora y deben dominar el cálculo mental, o van en bicicleta pero saben caminar. 

Yo no creo que la solución pase por eliminar la tecnología y seguir con las entregas a mano. Temporalmente sirve para evidenciar el problema, pero no como solución permanente. La primera alternativa, la más simple, capar el corrector ortográfico. Fácil, pero poco eficaz. La segunda, utilizar las sugerencias de mejora del corrector como método de aprendizaje, algo semejante a lo que hace el fantástico Duolingo con los idiomas. Si cometo faltas, que el corrector me indique el error y que recuerde -para algo es una plataforma con usuario- también las palabras en que habitualmente fallo y me alerte si no progreso adecuadamente en un tiempo razonable. No creo que estemos tan lejos de verlo.

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