El muérdago, esa simpática planta que crece en la copa de los árboles y que todos conocemos por los cómics de Astérix, es un parásito. El árbol víctima -álamo, manzano…- crece realizando un gran aporte de energía y cuando llega a su madurez, el muérdago se vale de un mensajero como el mirlo o el tordo para adherir sus pegajosas semillas a una rama que a su vez clavarán sus raíces en el huésped y le chuparán la savia. Todo legal.
Hace 35 años un club de montañismo quiso construir un refugio en el Pirineo sobre lo que hasta entonces era un pequeño refugio libre. Con la colaboración del municipio, la ilusión y energía de una familia de guardas y mediante una primera concesión de 25 años se amplió y acondicionó el edificio para uso y disfrute de socios y no socios. Pocos años después el municipio puso en marcha una estación de esquí nórdico a 100m del refugio, ofreciendo ambas iniciativas servicios de restauración en clara competencia.
Acabada la concesión, el municipio decidió no renovarla a la entidad entrando la gestión en un periodo turbulento que finalizó -no sin discusiones tal y como consta en las actas municipales- con una gestión conjunta del refugio y la estación de esquí. Nada le quedó al club de montaña del esfuerzo inicial para acondicionar el refugio a precio de coste y muchas horas de voluntariado, captar nuevos clientes y establecer un modelo de negocio viable.
Dos comarcas más hacia el Oeste una situación similar se repite hoy. Otro refugio en el que una pareja que no procedía del entorno se atrevió a tirar adelante una iniciativa vinculada a una pequeña estación de esquí nórdico. Años de trabajo duro para los adultos, y de privaciones y satisfacciones para los niños en edad escolar, una cocina y un trato excelentes hicieron que el negocio se estabilizase. Hasta este verano, en que la pareja nos ha comunicado que tienen que dejar el refugio para ceder la gestión a otras personas.
Como en el caso del muérdago, es común encontrar casos como estos -ambos reales- en que personas o instituciones llevan adelante proyectos y cuando llegan a su madurez y el riesgo es menor los municipios deciden que es el momento de apostar claramente por la iniciativa clavando sus raíces en las ramas para -de manera siempre legal- transferir el empleo a los autóctonos minimizando el riesgo.