Tras destrozar la vida y reputación de su ex amigo y de su ex pareja, Elías sentía la necesidad de respirar nuevos aires. Su empresa de seguridad informática no había entrado todavía en la robótica, porque lo que había en el mercado tenía poca conexión con el mundo exterior. Sin embargo, los últimos avances en Cloud Robotics abrían un mundo de posibilidades para trabajar con y en ellos.
Así que Elías vendió sus acciones y dejó la dirección de la empresa que había creado años atrás, obteniendo un cómodo cojín económico. Empezó a estudiar las necesidades y tendencias de mercado, informes y prospectivas tecnológicas, los robots existentes y las aplicaciones, la respuesta de la sociedad, las normativas… y se fijó en uno concreto que tenía en casa y al que no había prestado demasiada atención hasta entonces, su Roomba. De hecho era uno de los primeros modelos de aspiradora autónoma de la empresa iRobot que se había regalado cuando su mujer le abandonó para limpiar el piso sin demasiado convencimiento. Acabó olvidada en un armario porque la chica que le limpiaba y cocinaba tenía muchas más prestaciones que la máquina.
Descubrió también que muchas otras marcas estaban patentando tecnología y llevando al mercado robots similares, y todas competían por una pequeña ventaja competitiva, como podía ser la conexión a internet, y él de eso sabía un rato. No creía demasiado en robots humanoides, le parecía ridículo que tuviesen que imitar la forma de una persona cuando precisamente podían complementarla. En el fondo los robots no eran más que máquinas con algo de inteligencia y automatización. Pero ese algo de inteligencia, con la conexión a la nube -por ejemplo del nuevo modelo Roomba 980– estaba creciendo exponencialmente y era un filón por explotar.
¿Qué se podía hacer con un robot autónomo como la nueva Roomba, que incorporaba una cámara algo primitiva y que por primera vez podía alzar planos de distribución de la vivienda? Se le ocurrían muchas cosas, planos para ladrones, imágenes para voyeurs… pero no tenía intención de pasarse al lado oscuro todavía y de momento las descartó. ¿A quién podria vender sus servicios? ¿Tal vez las compañías de seguros para detectar fraude en las declaraciones de robo o para prevenirlos?
Habló con el director de innovación de la entidad bancaria a la que asesoraba en su antigua empresa y éste le dijo “Mira, Elías, con los tipos por el suelo vivimos de las comisiones y de los seguros, en particular seguros de viviendas y de vida. Y para que no nos cueste tanto dinero vendemos a precio de saldo el servicio de una empresa de vigilancia, Securitas Direct en La Caixa por ejemplo. Recuperamos el coste con los robos que nos evitamos, y tenemos contento al cliente.”
Elías pensaba que tal vez tenía sentido complementar el servicio de alarma con un robot vigilante. Podría convencer a la entidad bancaria con el siguiente mensaje: “Si abres una cuenta te regalo una Roomba que además de limpiar va a patrullar por tu casa mientras no estés, y será el complemento perfecto para tu seguro, que bajará de precio”. No debías ser difícil hackera una Roomba para que hablase con las cámaras del sistema de seguridad y escudriñase todos los rincones, incluso iRobot podría estar interesada. Y él podía tener acceso a esa información.
Pero todo aquello era demasiado simple como negocio. Tenía que haber algo más, y se concentró en las capacidades de la Roomba porque no todas las máquinas sabían alzar planos y tomar medidas de la vivienda. ¿Quién podría estar interesado en estos datos? Ya tenía experiencia denunciando fraude al fisco mediante la web de la agencia tributaria que te invitaba a hacerlo. ¿Por qué no con la dimensión real de las casas? ¿O las obras sin licencia? Él mismo había escriturado su casa por un 20% menos de las dimensiones reales, para reducir el IBI de cada año, y estaba convencido que como él miles de ciudadanos ejemplares lo habían hecho.
El catastro utilizaba ya Google Street View para controlar la dimensión de las parcelas, seguro que estaría interesado en el interior de las viviendas… Él tenía la información de las viviendas porque mientras limpiaban enviaban estos datos al servidos del banco y en el caso de iRobot a Amazon con quien recientemente había suscrito acceso al servicio AWS. Y a partir de ahí y cruzando las bases de datos del catastro o de la agencia tributaria era pan comido. Elías empezaba a encontrar interesante el mundo de la robótica conectada, ordenadores con patas robustas y corazas demasiado endebles para su conocimiento.
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