2016011. Claudia.

20,000_Year_Old_Cave_Paintings_Hyena.pngJosé y Elías, se conocieron en la universidad. José era atlético, extravertido y de la zona alta de Barcelona. Elías, serio, frío y calculador y sin recursos propios. José se graduó en medicina, Elías en ingeniería informática. José triunfaba con las chicas y los deportes, no tanto en los exámenes, pero acabó sacándose el título. A Elías le consideraban un rarito porque conversaba más con las máquinas que con las personas, y le costaba ligar. Y para una vez que lo consiguió José se encaprichó de la chica y se la robó. Tanta dedicación a los estudios se tradujo en una notas brillantes durante toda la carrera y el doctorado posterior con una beca en Harvard.

José se casó el último año de carrera con una chica hippy a la que había dejado embarazada durante la fiesta de promoción de la carrera. Se especializó en cirugía estética y con el apoyo de la familia -a cambio de boda y silencio- abrió una clínica en las proximidades de Barcelona, donde residía. Claudia nació puntual, siete meses después de la boda exprés. Elías regresó de los USA con Martha y se instaló en el mismo municipio creando una empresa de seguridad informática que contaba entre sus clientes a la clínica de José. .

Tras seis años de matrimonio José le explicó a Elías que su mujer le había pedido el divorcio. Al parecer se había cansado de su vida de florero, de la suegra, de que su marido retocase -y según sospechaba también tocase- a parte de la clase alta de la ciudad y de aguantar los caprichos de su hija, y emigró a Montana a empezar una nueva vida recuperando la hippy que siempre creía haber sido. José se quedó con la custodia de una niña pequeña y rápidamente contrató a una niñera para que se hiciese cargo de ella.

Dedicaba muchas horas al desarrollo del negocio de la clínica, mientras su hija crecía frente a las pantallas de última generación que su padre le compraba para tenerla entretenida y no sentirse culpable por dejarla sola. Para que no tuviese problemas con usurpación de identidad o con portales poco recomendables Elías le recomendó que instalase en los dispositivos de su hija una aplicación que le permitía acceder sin ser visto, al menos mientras ella fuese menor de edad.

Dos años después de la separación, cuando Claudia tenía ya ocho, Elías fue a ver a José de improviso para explicarle que su matrimonio hacía aguas desde hacía un año. Al doblar la esquina reconoció a su mujer saliendo de la clínica, y decidió anular la visita sorpresa. Su mujer no comentó nada sobre el particular y Elías empezó a sospechar que había algo entre los dos. Si José ya le había robado su primera novia, ¿por qué no a su mujer? Para tener plena certeza programó el móvil de su mujer para que grabase audio cuando por posicionamiento reconociese que se encontraba en el interior de la clínica. Lo que oyó esa noche no le dejó lugar a dudas, y se dispuso a actuar.

Durante dos largos años Elías fue recopilando pruebas de la supuesta infidelidad. Algunos años antes y siguiendo los consejos de Elías, José había instalado cámaras en su despacho para defenderse de denuncias de sus clientas. Nadie se percató de que durante una revisión se instaló también una microcámara en el marco del diploma de la facultad de medicina que tan orgullosamente había colgado José cuando abrió la clínica.

Cuando Claudia sopló el pastel de su décimo aniversario Martha pidió el divorcio a Elías. Se había cansado de él, pero le juraba que no había nadie más. Simplemente necesitaba un cambio de aires y de vida. No haber tenido hijos con él le pesaba demasiado, y ya era tarde para ponerse. La culpa era suya, él no tenía por qué sentirse culpable, y no le pedía nada a cambio. No tardó demasiado en correr el rumor de que José y Martha, y éste prosiguió como si nada pasase, aunque ya no salían juntos a cenar y la empresa de Elías había rescindido el contrato de seguridad con la clínica.

Pasaron tres años más y la situación parecía establilizada. Martha se había integrado en su nueva familia, junto a José y Claudia. La niña tenía ya 13 años y entraba en el maravilloso mundo de la adolescencia contenta de tener al fin algo parecido a una madre aunque dejó claro que no le iba a hacer ni caso. Dominaba las redes sociales y tenía perfil en todas ellas, dedicándose a colgar fotos y vídeos como cualquier adolescente que se precie.

De vuelta de vacaciones en las islas Mauricio José se encontró con una desagradable sorpresa. Una clienta le dijo que navegando por internet había encontrado un vídeo donde comentaba con el médico el antes y el después de la operación de estética facial. El vídeo se había filmado en la camilla del despacho del médico, donde las pacientes explicaban todas sus intimidades, complejos y de paso cómo les iba el matrimonio. Al cabo de unos días, otra paciente que se había sometido a liposucción aparecía en un vídeo similar, aunque en este caso se veía algo más que la cara.

Cuando llegó la tercera clienta con una demanda judicial José palideció. Una empresa de seguridad encontró la cámara en el diploma, y entonces apareció un documento firmado por José donde autorizaba explícitamente a la empresa de Elías a instalar la cámara en su despacho para protegerse de posibles errores médicos.

Un mes después la polícía judicial se personó en la clínica con una orden de registro. Al parecer un denunciante anónimo a través del servicio de denuncias de la agencia tributaria había hecho llegar unas grabaciones donde José, clientes y clientas pactaban pagos en metálico de sumas considerables evitando el pago de IVA en la transacción y el IRPF de la factura. Se llevaron varios ordenadores de la empresa, y cuando empezaron a buscar su sorpresa fue mayúscula al encontrar vídeos de las amigas y amigos de su hija en actitudes propias de una adolescencia desatada que habían sido subidas reiteradamente a portales de pornografía infantil.

La clínica cerró y José fue procesado por evasión de impuestos y por explotación infantil en las redes. Martha le dejó. José perdió la custodia de Claudia que regresó con su madre a Montana. José no entendía nada porque él nunca había entrado en la cuenta de su hija voluntariamente aunque sí recordaba un programa recomendado por Elías. Tampoco recordaba haber grabado ninguna conversación con sus clientes y mucho menos un vídeo, aunque sí había firmado una autorización a la empresa de Elías. El muy cabrón se la había devuelto con creces. Elías. Serio, frío, calculador.

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